martes, 23 de marzo de 2010

Kampsax


La noche del jueves era especial para los estudiantes de la DTU ya que tenía lugar una de las mejores fiestas de la semana, la que se montaba en el bar de la residencia Kampsax, en el corazón del campus universitario.
Guardo muy buenos recuerdos de ese lugar, tal vez por haber sido mi puerta de entrada al mundo Erasmus.
Fue el 6 de Septiembre de 2007, yo llevaba sólo un par de días en la ciudad, y acababa de recoger a Javi, otro asturiano que como yo había elegido la fría capital danesa como destino, y que iba a ser compañero de residencia.
Un polaco al que había conocido durante el verano, y que vino a echarme una mano para montar los muebles que me habán traído los de IKEA, nos acercó a la universidad en su coche, al parecer, allí, había una fiesta a la que iban básicamente Erasmus a los que no les importaba perderse la clase del viernes.
No tardamos mucho en integrarnos en el grupo de españoles que ya llevaban una semana por esas tierras, y cuando nos dimos cuenta, estábamos cantando temazos en castellano mientras los de seguridad intentaban echarnos.

Aquello se convirtió en rutina, y es que, la cerveza era barata, y hacíamos gracia, con lo que solíamos obtener alguna promoción, algo de lo que nos arrepentíamos al día siguiente cuando asustados comentábamos el tremendo dolor de cabeza con el que nos habíamos levantado y especulábamos sobre la composición de ese dañino brevaje.
Si cierro los ojos puedo vernos a todos, esparcidos por el pequeño local, unos en la pista, otros en el pasillo de los baños, algunos dándole al futbolín. Allí empezábamos a engrasar la maquinaria para un fin de semana duro, que cada lunes se hacía notar.
Como todo lugar de culto, tenía sus características míticas, por ejemplo, un chino que siempre andaba por allí, solo, bueno, con su jarra XXL de cerveza. Fue curioso cuando me lo encontré en clase de Economía, me sirvió para confirmar que no era un ser imaginario. Más tarde, incluso, nos sacamos alguna foto con él.
El polaco bailarín era otro clásico de Kampsax, con su camiseta negra sudada y esas gafas que se movían para todos los lados con cada salto y meneo, nos ofrecía un momento entrañable cada noche.
Algo de lo que me acuerdo muy bien son los baños, se supone que había uno para cada sexo, pero no se, yo creo que nadie respetaba eso, de hecho, pocos se preocupaban por apuntar...Sus espejos fueron el reflejo de innumerables fotos, solitarias o en grupo y allí nos pasábamos gran parte de la noche. Era un buen lugar de encuentro sin duda, pero quizás lo más representativo de Kampsax fuera la bola sesentera que colgaba del techo, bueno, al menos hasta la fatídica noche que ponía final al primer semestre.
Alguien, no me acuerdo quién, tal vez yo (espero que no), corrió la voz de que era tradición llevarse el mobiliario para celebrar el cambio de ciclo y decoración. A las 2 de la mañana la gente empezó a salir con cosas del local, pero no los típicos vasos, que ya llenaban las despensas de nuestras cocinas, o pósters, no, hablo de hamacas y otro material pesado. Lo mejor, fue cuando impulsado por un pie de ladrón un compañero se hizo con la bola discotequera. Era como quitarle la antorcha a la estatua de la libertad, o el pito al Manneken Pis.
El segundo semestre comenzamos a no ser bien recibidos, y cada vez nos echaban antes. Al parecer, había cámaras de seguridad y éstas habían grabado toda nuestra actuación.
La fiesta en Kampsax era buena, pero sin duda, el after hours estaba a la altura. Cómo muchos vivíamos lejos de la universidad, y no solía apetecer coger la bicicleta, solíamos amontonarnos en los cuartos de los afortunados a los que les había tocado el Campus Village. Allí, estaba gran parte del botín capturado del bar, muchos fueron los que durmieron en las famosas hamacas, y alguno juró haber visto la bola adornando alguna cocina.
Recuerdo los desayunos en los que la materia prima era aportada por los Erasmus estudiosos que ya llevaban durmiendo unas cuantas horas (que también los había). En una ocasión hice huevos revueltos con bacon para 15. Es curioso, porque me tiré un año entero sin apenas cocinar, y esa noche fue una excepción. Comprendí que era verdad eso que dicen muchos amigos de que a ciertas horas te comes lo que sea, no le veo otra explicación.
Así era Kampsax, el punto de encuentro de los Erasmus de la DTU que no se cerraba hasta que no acabábamos el repertorio de canciones de Nino Bravo y melodias ultras del Sporting, el inicio del fin de semana, mi primera gran fiesta del curso, el lugar del comienzo de nuestra amistad, de las letonas, del "tengo tu foto en mi ordenador", de la camarera yonki, del taladro en la cabeza al día siguiente...
En fin, siento decir que estas fiestas posiblemente no se vuelvan a repetir, ya que los Erasmus tenemos la entrada prohibida. Lo que empezamos a ganarnos en mi año, lo culminaron nuestros sustitutos cuando intentaron llevarse el futbolín.

De vuelta.

Hace ya más de un año y medio desde mi última publicación, y tras pasarme por el blog, he decidido a volver a escribir, hay muchas cosas que me gustaría contar sobre mi experiencia Erasmus.
El que haya pasado tanto tiempo desde mi vuelta, me permite observar las experiencias vividas desde otra perspectiva, recuerdo, por ejemplo, que cuando subí mi despedida aún estaba afectado por todas las cosas que me habían ocurrido meses antes, tenía ún choque de sentimientos, por un lado, deseaba volver a casa, a mi antigua vida, pero también me daba pena decir adiós no a la ciudad, ni al país, sino a la gente con la que había compartido ese año.
En esta segunda fase del blog, trataré de describir los mejores lugares en los que he estado y las mejores fiestas a las que he asistido durante el Erasmus, tal vez, alguna persona pueda usarlo a modo de recomendación.
Empezaré, como siempre, por el principio, por mi primera toma de contacto con la noche danesa, un bar en una residencia dentro del campus de la DTU, la famosa Kampsax.